Tres semanas después, los días 29 y 30 de septiembre, dos directivos de
Polydor, Juan Antonio Parejo y Juan Manuel Romero, venían a vernos tocar a
M&M y al día siguiente comíamos con ellos y con el nuevo A&R de la compañía,
Carlos Narea, quienes nos propusieron utilizar a nuestra conveniencia los
estudios de Fonogram para grabar unas maquetas. Desafortunadamente, y
todavía no entiendo porqué, la interpretación que hizo nuestro cantante,
Pedro Talavera (ex Grimm, ex Simún), durante la maquetación de unos temas
que llevábamos seis meses tocando en directo, fue desastrosa. Parecía como
si hubiésemos subido la afinación de los instrumentos cinco tonos, y Pedro,
un estupendo vocalista de r&b, no lograba ni por asomo alcanzar las notas
agudas.
La decepción por parte de todos los allí involucrados fue mayúscula, y mis
argumentos sobre la inviolabilidad del grupo quedaron desactivados ipso
facto. No me quedó más remedio que asumir el papel de cantante, guitarrista
y compositor, tal y como había aconsejado Julián desde el primer momento.
Así moría Banana como grupo y nacía Banana como título de mi primer
elepé, que empezamos a grabar en los estudios Fonogram en diciembre de 1977.
Ni siquiera había transcurrido un año desde que dejé Los Pekenikes, y la
apuesta ya daba sus frutos. Por fin podría grabar un disco por mi cuenta. Ya
me tocaba... La fe y constante dedicación de Julián, y la paciencia de su
mujer, Mariví Fernández Palacios, fueron vitales para ello. Gracias, amigos.
Entre tanto, como con el fiasco de la maqueta el grupo había dejado de existir y
Polydor no terminaba de firmarnos el contrato discográfico, no parecía sensato
parar de tocar, por lo que volví a ensamblar una nueva Banana con la que
aprovechar el tiempo hasta que el disco estuviese en la calle. Así empecé a
ensayar con tres buenos amigos, grandísimos músicos: Javier Vargas (guitarra),
Paco Ruiz (bajo, ex Shakers, ex Micky y Los Tonys) y Álvaro Galvis “El Chévere”
(batería, ex Malanga, ex Dolores), pasándolo de maravilla y recorriendo juntos
nuevas plazas.
De este modo, en aquel primer álbum, Banana (1978), participarían los
integrantes de las dos últimas cosechas bananeras: los tres mencionados más
Pedro Moreno (batería) y Julio Blasco (bajo). Javier Benet tocó piano
acústico, eléctrico y clavicordio. Mary Jamison hizo coros. También pude
contar con ilustres invitados, como Jorge Pardo (saxo y flauta), Rubem
Dantas (percusión) y Pedro Ruy-Blas (voces y percusiones), miembros del
grupo Dolores, y disfruté también del incalculable apoyo moral de Miguel
Ríos, quien se pasaba de cuando en cuando por el estudio a echar una mano.
Él, en ese momento, estaba promocionando Al-Andalus (1977), un álbum
complejo, magnífico, con aires jazzistas y andalusíes, reencontrándose con
el rock en su siguiente obra, Los viejos rockeros nunca mueren
(1979), anticipo del clamoroso éxito popular que obtendría a partir de 1980.
Escalonadamente, entre marzo, abril y mayo de 1978 debutábamos
discográficamente y empezamos a sonar a tope en las emisoras de radio una
serie de artistas y grupos que volvíamos a poner sobre el tapete el rock
básico y cañero, ausente por desgracia desde hacía varios años: Asfalto con
El Capitán Trueno, Ramoncín y W.C.? con El rey del pollo frito,
Tequila con Necesito un trago, Moris con Zapatos de gamuza azul,
y un servidor con Es una broma. Otras bandas como Leño - con
Este Madrid - y Cucharada - con Social peligrosidad - no
tardarían en hacer acto de aparición, y la rockería española reaccionó como
un muelle.