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Esta biografía de Banzai está tomada íntegramente del libro de Salvador Domínguez:
Los Hijos del Rock, los grupos hispanos 1975 - 1989 (Fundación Autor-SGAE, 2002)
La noticia me causó una sensación devastadora. Por una parte me sentía feliz. Por otra mal. Mis compañeros, Manzano, Tibu y Biosca, que estaban al tanto de todo cuanto iba aconteciendo, se portaron como grandísimos amigos, animándome a tomar esa difícil decisión, aunque para ellos significase un mochuelo de cuidado. Les propuse que se quedaran con el nombre del grupo y siguieran adelante con otro guitarrista. Así las cosas, Danny y yo nos fuimos a ver a Vicente Romero y Paco Salazar, para intentar resolver los aspectos contractuales. No era nuestra intención hacerle perder dinero ni tiempo a nadie, y menos a dos buenos compadres. En enero de 1985, Banzai se despedía de su público en un concierto en el Pabellón del Real Madrid con Santa y Rosa Negra como bandas invitadas."
(Salvador Domínguez, guitarrista y compositor de Banzai)

  
  • El elepé Banzai (Hispavox, 1983), se graba en los estudios Hispavox. Ingeniero de sonido: Tito. Foto y diseño de portada: Carlos Juan Casado.
 
  • El álbum Duro y potente (WEA, 1984), se graba en los estudios Mediterráneo, de Ibiza. Productor: Mariscal Romero. Ingeniero de sonido: Brad Davis. Ayudante: Dennis Herman. Dibujo de portada: Ángel Ortiz. Diseño: Rufino Vigil.
 
  • Los estudios Mediterráneo se inauguran en la primavera de 1980, con el nombre de Ibiza Sound, en la localidad de Figueretas. El aislamiento y el diseño es de East Lake. La mesa es una MCI de 56 canales, con 48 de grabación simultánea, de los cuales dos se utilizan para sincronización. Dispone, además, de unas magníficas suites, comedor, piscina, canchas de squash y tenis. Su fundador fue Fritz “The Cat”, un alemán que se arruinó, haciéndose cargo del estudio Thomas Ángel, un compatriota suyo, que se asocia con Dave Holland, el batería del grupo Judas Priest, quienes habían grabado allí su elepé Point of entry (1981).  A principios de 1984, Mariscal Romero se hace cargo de su dirección artística.
 
  • Carlos Juan Casado falleció el viernes 13 de noviembre de 1992.
 
  • La etiqueta Matador era un subsello rockero de WEA España, creado por Luis Javier Martínez y Ele Juárez, directivos de dicha multinacional.
 
  • Staff de directo de Banzai: Fernando Vega (técnico de sonido), David, Lau, Gerson, Roque, Francis, Horacio, Enrique Platas, Miguel Ángel Castander.
 
  • Decibelios Producciones S.A., era una sociedad formada por Paco Salazar y Antonio Navas Méndez, hermano del Mariscal Romero. En abril de 1984, Decibelios cede contractualmente la exclusividad de la licencia de sus grabaciones discográficas a WEA. En febrero de 1985, al cambiar de directivos (salen Ele Juárez y Luis Javier Martínez, y entra Saúl Tagarro), WEA rescinde el contrato.
 
  • En abril de 1987, Banzai (Manzano, Salvador, Tibu y Biosca) se reúnen por única vez para actuar en la discoteca Canciller, por iniciativa del disc jockey Mariano García.
 
  • En 1988, tres años después de la disolución de Banzai, el sello Claxon publica el álbum Banzai, Alive´n´screaming. Vienen los mismos temas de Duro y potente (WEA, 1984), cuatro de ellos  cantados en inglés.
Hicimos la gira “El Poder del Heavy”, participamos en el Mazarrock 84, Fiesta del P.C. en la Casa de Campo de Madrid y demás eventos rockeros de aquel año, en el que, como ya han comentado otros protagonistas, hubo un bajón considerable en la contratación de bandas de rock. Simultáneamente, los mánagers de grupos pop doblaban los cachés de sus artistas, acaparaban el mercado y se inflaban a hacer galas con los ayuntamientos del PSOE.
 
Como los ratos libres empezaban a ser prolongados, Danny y yo nos pusimos a componer, solos, ya que Manzano y Biosca seguían residiendo en Barcelona. Como es de suponer, los temas que salían los cantaba el propio Danny - cantar había sido su objetivo desde que se unió a Banzai -, y así surgió una historia paralela que yo dejé seguir, ya que los resultados artísticos eran muy satisfactorios, y, además, pensaba que una y otra movida serían perfectamente compaginables. La cuestión es que tres meses después este grupo paralelo que bautizamos como Tarzen conseguía un contrato de grabación con Atlantic Records de Nueva York, un sueño para cualquier músico de rock, jazz, soul music o r&b.
Nada más salir el disco a la venta notamos un subidón importante. La cuidada dirección artística de Romero, el impulso promocional de WEA (Ele Juárez, Luís Javier Martínez, Luís Salomón), y el hecho de que al público rockero le molasen temas como Luces, No pierdas el tren, Grita, Noche negra, Se terminó, y Crimen sin castigo, fueron factores que nos auparon en la cresta de la ola, abrazados a una tabla surfista de dura fibra de metal. En esta etapa contamos con el apoyo de grandes profesionales de los medios: Beatriz Pecker, Mara Colás, Paco de la Fuente, José Antonio Abellán, Pepe Asensi, Santi Alcanda, José Mari Comesaña, Ramón Rincón, José Luís Arriaza, Luís Carlos Buraya, Fernando García, y Agustín Herranz - de Radio San Sebastián -.
Durante los años 70, Danny Peyronel tocó con dos famosas bandas de rock inglesas: Heavy Metal Kids y UFO, y acababa de obtener un hit en los EEUU con un tema suyo: Midnight at the lost and found (Epic, 1983), grabado por Meat Loaf, el célebre gordo del Rocky Horror Picture Show. Tras un par de años en Nueva York, volvió a Buenos Aires en 1983, y entró en Riff, la banda de Pappo, en la que su hermano Michel Peyronel tocaba la batería. Ahora, acababa de llegar a España, donde pensaba instalarse, y fue el mánager de Riff, Mundy  Epifanio, quien lo contactó con el Mariscal. Mis reticencias iniciales de pedirle que se uniera a Banzai desaparecieron al conocerlo, probablemente porque durante nuestro encuentro no usamos el término heavy metal, sino el de hard o heavy rock, e igual conversábamos sobre Leiber & Stoller, Lee Hazlewood, Ahmet Ertegun, Stax Records y Martin Luther King, que de Joe Orton, Lenny Bruce, Erwin Rommel, Douglas MacArthur, “Saturday Night Live”, “The Outer Limits”, Lucky Luciano & Meyer Lansky, Led Zeppelin, AC/DC, o el Brill Building de Manhattan.

Con Danny integrado en nuestras filas, hubo que llamar a Harry para contarle la película, que entendió y asimiló. Dos semanas después, en febrero de 1984, Manzano, Tibu, Biosca, Peyronel y yo empezamos a grabar el segundo elepé de Banzai en los estudios Mediterráneo, un lugar de ensueño para poder desarrollar lujosamente todo lo que uno lleva dentro. Tuvimos la fortuna de contar con el ingeniero de sonido neoyorkino Brad Davis, un experimentadísimo y más que brillante profesional, que supo sacar el 100% de nosotros. En una de las suites del estudio firmamos contrato con Mariscal Romero y Paco Salazar, que habían creado una productora y agencia de mánagement llamada Decibelios.
Un inoportuno cólico nefrítico mío, pospuso  los ensayos en Valdemorillo, y Harry aprovechó para volver a su `flat´de Bishop road en Londres, en espera de acontecimientos. Ya prácticamente repuesto, Mariscal Romero me llamó, diciéndome que había pasado por su casa el ex teclista del grupo inglés UFO, el argentino Danny Peyronel, y que había concertado una cita entre nosotros dos para que le convenciera de unirse al grupo. La idea, de entrada, no me atrajo nada: ya teníamos a Harry, y daba por hecho que lo que buscaba el siempre activo Mariscal con la inclusión de Peyronel, quien debió ponerle los dientes largos diciéndole que tenía buenos contactos en EEUU y el Reino Unido, era conseguir un golpe de efecto y abrir nuevos mercados.
Una amenaza de bomba hizo que los organizadores suspendieran el concierto - a eso de la medianoche (lo cuenta Pejo en el apartado de Polasnski y el Ardor) -, que empezó a las diez de la mañana y en el que Enrique Tierno Galván pronunció aquella frase, ya histórica: “A colocarse y al loro”. Con toda la basca desalojada del Palacio de los Deportes, los promotores tuvieron la desafortunada idea de continuar la velada sin público, con el recinto vacío, mientras la chavalería se congelaba en la calle, sufriendo desproporcionadas cargas y embestidas de una policía nacional completamente fuera de sí, disparando balas de goma y lanzando botes de humo hacia la calle Jorge Juan, repleta de chicos/as descalabrados/as sangrando como cerdos/as. Solidariamente, todas las bandas que quedábamos por tocar (en teoría, las más duras), nos negamos a hacerlo. Ya estábamos en la época en que los medios relacionaban rock y violencia con preocupante insistencia, total desconocimiento y ninguna razón, y no era cuestión de bailarles el agua, porque si se impedía la entrada a la gente y nosotros salíamos a tocar, estábamos reconociendo implícitamente que se habían comportado como “rockeros violentos y antisociales”, que, con toda seguridad, serían los titulares de prensa, radio y televisión del día siguiente.
Conformes con el plan del Mariscal, me fui a ver a Carlos Juan Casado (A&R de Hispavox), le conté la historia sin tapujos, y no escatimó esfuerzos para que en Hispavox nos diesen la carta de libertad. No sé qué les contaría a sus jefes para que nos dejaran marchar así por las buenas; trabajo le costó. Fue su última gestión en la compañía, porque ese mes puso en marcha la filial española de Virgin Records, de la cual fue director general. Carlos Juan era un tipo especial, clase aparte. No es una apreciación exclusiva. Todos los protagonistas de este libro que lo conocieron insisten en recalcarlo. Te quieren, amigo.

Con todos los resortes listos, compuse varios temas para el disco y me fui a un hotel de Barcelona, donde Manzano escribía las letras mientras Biosca ideaba ritmos y patrones que poníamos en funcionamiento por las mañanas en un local de ensayo, incorporando también material suyo. Intentando reforzar nuestro sonido e imprimir mayor vistosidad al directo, telefoneé a Londres a mi amigo guitarrista Harry Chichón, gibraltareño, para que se viniera con nosotros. Mis compañeros imaginaron que estaba llamando a un guitarra de ritmo, sumiso y del montón, para que no me restara protagonismo, pero pronto comprobaron que Harry tocaba la guitarra solista como una mula y hacíamos un tándem competitivo de lo más salvaje y espectacular, sin egos ni tonterías. Con él ensayamos en el chalet del Mariscal Romero, en Valdemorillo (Madrid), y se suponía que debutaría con nosotros en una edición de “La Fiesta del Estudiante y la Radio” (enero de 1984), celebrada en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid y televisada por TVE.
Paco Salazar creyó tener la solución a ese  `inconveniente´ y me habló de reunirnos con Vicente “Mariscal” Romero, quien nos propuso entrar en WEA, discográfica que, bajo su supervisión, pensaba crear una etiqueta de rock: Matador, y articular una potente campaña promocional: “El poder del heavy”, combinando las producciones de Romero con grupos extranjeros de la escudería Warner / Elektra / Atlantic: Van Halen, AC/DC, Ted Nugent,  Twisted Sister, Vandenberg... Aparte de la buena nueva que suponía el que una multinacional del potencial de WEA apoyase el movimiento del metal español, la gran ventaja para Banzai era que las producciones se harían en los estudios Mediterráneo, de los que era accionista Dave Holland, baterista de Judas Priest, garantía de que los tambores sonarían potentes como cañonazos.
 
El Mariscal Romero acababa de desligarse de la radio, su auténtica profesión y pasión. Según él, por un conflicto con Radio Cadena Española, a donde había llegado la periodista María Teresa Campos como jefa de plantilla y con quien tuvo sus discrepancias. Esta circunstancia, que coincide con su alejamiento como productor de Barón Rojo, le lleva a asumir el cargo de director artístico de los estudios Mediterráneo de Ibiza.
Cuando llegó la hora de grabar nuestro segundo elepé para Hispavox, maquetamos nuevos temas en sus estudios, dándonos cuenta de que allí era IMPOSIBLE plasmar el sonido de una batería de heavy rock, y menos ahora que el `groove´ de la banda se había endurecido un huevo. Registrar las bases en un lugar más apropiado, o especializado estaba fuera de cuestión, porque la compañía disponía de sus propias dependencias, muy cualificadas hasta entonces, e irnos a otro estudio no sólo transgredía las normas de la casa, sino sentaba un mal precedente de cara a otros artistas que luego podrían venirles con la misma murga.
Notifiqué lo hablado a Larry, Tibu, Snoopy y Paco Salazar, y los barceloneses entraron con nosotros. Su acoplamiento fue rápido y natural. Eran rockers de gran talento, muy profesionales y estupendos compadres. Aquel verano participamos en todos los festivales de rock, y en teatros, discotecas, plazas de toros, campos de fútbol, pabellones... Antes del otoño, Snoopy nos dejaba para irse a tocar con una orquesta a un hotel de Canarias. Le deseamos lo mejor y permanecimos en cuarteto: Manzano, Tibu, Biosca y yo. Fue un año formidable. Funcionábamos y sonábamos muy a nuestro gusto y al de un montón de peña que nos seguía donde tocáramos. Mis compañeros eran músicos jóvenes, con clase, energía, y capacidad para demostrar que eran los mejores de España en su estilo.
Al día siguiente de lo de Motörhead, o, mejor dicho, de lo de Tigres de Metal, telefoneé al periodista barcelonés Joan Singla, de Popular 1, quien me puso en contacto con el cantante en cuestión. José Antonio Manzano Albuixech, que era como se llamaba “nuestro hombre” estaba de acuerdo en unirse a Banzai; eso sí, hizo dos peticiones. Primera: traer con él a David Biosca, el batería de Tigres, lo cual me parecía perfecto, ya que Larry estaba con nosotros de manera “temporal”, y su onda se aproximaba más al jazz y jazz rock que al hard rock, aunque su apabullante calidad técnica supliese con creces cualquier categorización absurda. Segunda: José Antonio pidió escribir las letras de los temas que compusiéramos a partir de ese momento, una consideración más delicada, puesto que el mensaje del grupo era claro, conciso y real; por eso llegaba a la gente. Aún así, no podíamos obligarle a cantar cosas con las que no se identificaba, lo que nos obligó a prescindir de la poesía urbana de Xaime Noguerol.
Debíamos estar ya en mayo del 83 cuando Tibu y yo nos acercamos por el Pabellón de Deportes del Madrid para ver tocar a Motörhead, intentando sustraernos del problemazo que teníamos encima con la incomprensible actitud pasotil del Chino. Mientras nos sentábamos intentando en vano encontrar una respuesta freudiana a tan peliagudo asunto, saltaban a escena los teloneros de la noche, un grupo de Barcelona llamado Tigres de Metal. En cuanto vimos a su cantante arrancar como una fiera, magnetizando a la basca motörheadera más radical de las primeras filas, nos miramos y, tácitamente, sin mediar palabra, entendimos qué era lo que había que hacer. No nos hacía ninguna ilusión prescindir del Chino, pero no podíamos seguir así, de marrón en marrón. Días después, cuando hicimos público el cambio de vocalista, evitamos comentar el tema de su achante escénico. Nunca aclaramos la verdadera razón de su salida. No era cuestión de fastidiarle un hipotético futuro en otra banda, o como solista. Él achacó su despido a un caprichoso cambio de imagen y a una falta de autenticidad y camaradería por parte mía, que de haber sido cierta le hubiera costado el puesto mucho antes, cuando la banda al completo quiso largarlo tras aquel concierto de Radio 3.
En Hispavox encontramos un ambiente estupendo, muy agradable, vamos. Es cierto que José Luís Gil, Presidente de la compañía, encolerizado, rompió en pedazos nuestro disco al oír la letra de Coche rápido en la noche, según contaba con guasa Carlos Juan Casado, pero, en general, la predisposición era buena, la campaña de promoción se trazó coherentemente, y el disco empezó a escucharse y a venderse por todo el país, a pesar de que ese histórico sello no se distinguiese por promover artistas de rock, y mucho menos de heavy rock. Tuvimos suerte.
 
Pero, de repente, por lo que fuese, El Chino, que había cantado estupendamente las canciones del elepé, empezó a achantarse ante el público y a transmitir una nostalgia y tristeza que poco tenían que ver con lo bien que nos estaban empezando a ir las cosas. El primer gran marrón lo tuvimos en enero del 83, en “Las 24 Horas de la Radio”, un festival organizado por Radio 3 en un abarrotado Pabellón del Real Madrid, y retransmitido en directo a todo el país. Terminado el show, ya en el camerino, Larry, Tibu y Snoopy, muy disgustados por la desastrosa actuación de nuestro cantante, amenazaron con que “o se iba él o se iban ellos”. No se fue nadie, de momento. Estaba convencido, y así se lo expliqué a mis compañeros, que su voz, los textos de Noguerol, la capacidad del grupo y mis composiciones, hacían una combinación atractiva, por lo que había que darle confianza, intentando, claro, que no la cagara otra vez. Ya era extraño que la Prensa nos hubiera dejado escapar vivos.

Tristemente, nada cambió en los siguientes cuatro meses, y las crónicas empezaron a reflejarlo. Mientras tanto, Voy a tu ciudad, Funciona legal, Rock duro, Amigo y Coche rápido en la noche sonaban a tope en la SER (a Pepe Fernández, Joaquín Luqui, y Carlos Arco - de Radio Bilbao - les debimos el impulso), y en las potentísimas descargas megarockeras que se marcaban El Pirata y Mariano García en Radio Cadena, con todas las hordas metalizadas de España al loro de lo que acontecía. Banzai estaba jugando con fuego y había que tomar una decisión, que llegó sola. Casi ni hubo que buscarla.
En estas operaciones, y otras que no vienen al caso, conté con el empuje entusiasta de Tibu, que junto a Larry formaba una sociedad rítmica lujosa y precisa; dos cronómetros con una sonrisa en los labios y un corazón que no les cabía en el cuerpo. Snoopy tocaba lo que requeríamos de él y era un buen compañero, aunque nos hiciera pasar un mal rato en el Marquee-Madrid, antes de salir a tocar, cuando Paco Salazar tuvo que rescatarlo de los gorilas de seguridad, que estaban a punto de practicarle un registro anal en busca de tripis. De buena se libró.
En septiembre debutábamos en la Plaza de Toros de Aranda de Duero como teloneros del guitarrista Alvin Lee. Días después, Enrique (Ballesteros) presentaba su renuncia por disparidad de criterios conmigo. Inmediatamente llamé a Larry Martin, el potente batería de Guadalquivir, para que ocupara momentáneamente el sillín de los tambores y participara en el primer elepé de Banzai, que empezamos a grabar en diciembre de 1982 y terminamos justo cuando nació mi hija Paula, en enero del 83. Hablé entonces con otro buen amigo, el promotor Paco Salazar, proponiéndole que se hiciera cargo de nuestro management. Paco, que dirigía la sala Morasol, aceptó gustoso, con la condición de involucrarse de lleno en la historia y ser el sexto miembro del grupo.
Rápidamente me puse a trabajar a destajo con el poeta Xaime Noguerol (nacido en Verín, Ourense) para escribir los textos de las canciones que iba componiendo. Por las tardes recorría los locales de ensayo de Madrid, husmeando, viendo músicos. Contacté con el cantante Achille “Jimmy” Reitz, líder de un grupo llamado The Jimmy Speed Band, y con el baterista Enrique Ballesteros (ex Blue Bar, ex Ñu, ex Cráter, ex ETC), a los que les propuse empezar a ensayar, a ver qué pasaba. Jimmy se vino a mi casa, y, tras un mes de faena nos dimos cuenta de que seguíamos registros muy distintos, así que, tras desearnos suerte, se fue a Barcelona. Hasta entonces, habíamos probado con un montón de músicos, pero la química no cuajó hasta que aparecieron Valentín del Moral “El Chino” (cantante, ex ETC.), Juan Carlos Redondo “Snoopy” (teclados, ex ETC.), y Carlos Vázquez “Tibu” (bajo y coros, ex Ramoncín y W.C.?, ex Cráter). Esto debió ser en mayo de 1982. Los cinco grabamos una maqueta en el ensayo, y con ella me fui a ver a Carlos Juan Casado, A&R de Hispavox, quien sin oír ni una nota dio vía libre para que hiciéramos otra `demo´ en mejores condiciones, en los estudios de la compañía.
Resumiendo: en noviembre me unía a una banda de heavy rock, Legend, en la que, sin saberlo hasta que llegué a su estudio en Sidcup, Kent, tocaba el bajo un viejo amigo mío: José Manuel Rodríguez, ex componente del trío vallisoletano Eva Rock. Pronto, monté un grupo propio, para actuar allí, y luego, en verano, venirnos a tocar a España. Intensísimos ensayos diarios y tocatas en garitos impensables dejaban poco tiempo libre, que empleaba en ir a conciertos de Pat Travers Band, UFO, Rush, G-Force, Whitesnake, Black Sabbath, Judas Priest, Thin Lizzy, Rainbow, Van Halen, Ted Nugent, Wild Horses, Samsom, Iron Maiden, Girl, Def Leppard, Michael Schenker Group y Ozzy Osbourne's Blizzard of Oz. También a otros de Q-Tips, The Clash, Adam & The Ants, Stray Cats, Dave Edmunds, Billy Nelson, Joy Division, The Cure, Generation X, Killing Joke, Keith Jarrett, B.B. King, Eric Clapton, Santana, Jeff Beck ...
 
Nueve meses después, en agosto de 1980, pasados los festivales de Redding y Donnington, volví a Madrid para mantener una importantísima - para mí - reunión con el nuevo director de Polygram España, el portugués Carlos Pinto, en la que le propuse la grabación de un elepé en directo en el club Marquee de Londres, con mi banda inglesa y un repertorio compuesto por temas de mis dos elepés, más otros nuevos que acababa de componer: Banzai , y Reina de la noche, que en inglés se titulaba Easy straight faced fighter. Pinto no lo vio claro, creyendo que el presupuesto se iría por las nubes. Yo, poco espabilado, no le clarifiqué que la producción  se ajustaría a las restricciones económicas recientemente implantadas en la compañía, y cerré la entrevista, y mi contrato, asumiendo que no le interesaba mi propuesta artística, cuando de lo que le tenía que haber hablado era de inversiones y beneficios, no de guitarritas y rock.

Ya comenté en el apartado de La Banda del Rock & Ríos cómo cuando estaba a punto de volverme a Inglaterra entré a tocar con mi admirado Miguel Ríos, cuya banda dejé al comenzar la gira de 1981 para concentrarme exclusivamente en ese proyecto iniciado dos años atrás y que ya tenía nombre: Banzai. Ahora, sólo quedaba componer un repertorio, buscar nuevos compañeros de viaje (porque los de Inglaterra quién sabe dónde estarían ya), encontrar un mánager que creyera en la historia y firmar nuevo contrato discográfico. ¡Casi ná ...! Qué inconsciencia la mía, madre de Dios...
"Por alguna razón nunca se ha contado debidamente la historia de Banzai. Seguramente, porque nosotros mismos nos encargamos de no desvelar ciertos asuntos que, en su momento, pertenecían al “secreto de sumario”. Éramos músicos de rock, sí, pero profesionales. Por eso, sin pretender darle a las cosas mayor importancia de la que tienen, e intentando ser lo más objetivo posible - cosa utópica -, desenredaremos el nudo gordiano de los hechos, cumplidos veinte años de la disolución de aquel grupo que fue parte importante de mi vida.
 
“La idea de Banzai empezó a rondar mi cabeza después del verano de 1979, justo al terminar de grabar el elepé Recién pinchado (Polygram, 1980) y salir disparado hacia Londres. Por aquellas fechas, me preocupaba muchísimo más de que el departamento artístico de mi discográfica me contactase con mánagers y promotores británicos, que en ver cómo me marchaban las cosas en mi país, donde el rock seguía siendo una moda que iba y venía sin mucho rigor ni sentido, y cuya infraestructura era prácticamente inexistente. Tenía el privilegio de ser artista “objetivo” de Polygram, al menos de momento, pero me largaba de aquí para buscar las verdades del rock sin importarme las consecuencias.
 
Nada más llegar, y en lo que ayudaba al ex Equal Eddy Grant a traducir unos temas al castellano, hice audiciones con decenas de grupos, contacté con productores (Mickey Most, Dave Goodman, Colin Thurnston), ingenieros de sonido (Chris Tsangarides, Gwyn Mathias), estudios de grabación (Utopia, Morgan, Rockfield - en Gales -), locales de ensayo (Nomis, Rollerball, The Hole at Elephant & Castle, etc.), editoriales musicales (Chapell), sellos independientes (Rak, Din Disc, The Label, Gun) y estafadores y dealers de droga que utilizaban la música como tapadera.
“Si bien es cierto que teníamos una popularidad importante en el país, la realidad es que no había galas y los músicos queremos ante todo tocar. En principio, íbamos a seguir en Banzai y lo que luego se ha decantado en Tarzen, lo dejaríamos como un proyecto aparte, separado. Pero surgieron otras circunstancias, como problemas de management, que nos ponían la soga al cuello para que no nos moviéramos y continuáramos con la aventura de Banzai a toda costa. Este asunto llegó casi a la extorsión y dijimos entre los cinco que mejor sería dejarlo porque no había una salida válida para la banda. Se llegó a un acuerdo mutuo. Nos querían mantener juntos presiones externas al grupo, pero de una manera tan artificial que hubiera sido un engaño ante el público de haber continuado adelante.”
 
(Danny Peyronel, declaraciones a Gloria Rogers, revista Heavy rock, 1985)
“Viejos y nuevos temas para una banda que por fin consiguió solidificarse en la cresta. Trabajo les costó pero lo han conseguido. Un show muy cuidado y con muchos puntos de originalidad para un sonido fresco y contundente. Magistral el Salvita, brillante el Peyronel y muy propio Manzano con Tibu y David siempre precisos y en su punto.”

(El Pirata, Banzai en el Pabellón del Real Madrid, revista Heavy Rock, julio de 1984)
Brad Davis (ingeniero de sonido) y Vicente Romero estaban al mando de los controles e hicieron un auténtico trabajo de orfebre, colaborando en todo momento con el grupo. El propio Vicente me comentaba durante la grabación en una escapada que hicimos fallida para comer unos pescaditos a la orilla del mar: “Salvador es el guitarrista más auténtico que hemos tenido desde siempre en el país, y si alguien se merecía tener una banda como ésta y triunfar con los chicos era sin duda él.”

(...) Hasta Paco Salazar, mánager de la banda, se acercó al estudio para escuchar la magnificencia y fuerza brutal y asesina de No pierdas el tren, un tema que va a sonar cantidad, aunque parece que como primer single se va a extraer un tema de entre el que da título al LP Duro y potente y Grita, y yo mismo tuve la suerte de meter algunas voces en ambos.”
 
(Joan Singla, extracto de una crónica publicada en Heavy Rock, febrero de 1984)
“Cuando llegué al estudio, estaban ya almorzando algunos de los chicos de la banda. Tibu me recibió con un amoroso abrazo (cortesía de la casa) y me presentó a la nueva adquisición del grupo: Danny Peyronel (teclados y coros, ex Heavy Metal Kids, ex UFO, ex Riff). Tras varios meses de pruebas y consideraciones al fin Banzai ha encontrado en Danny el elemento fundamental para cerrar una formación que no tiene parangón en el país. (...) José Antonio Manzano y David Biosca son siempre los últimos en levantar sus cuerpos de la mullida cama, aunque ese sábado serían derrotados por Salvador, que se pasó casi la noche entera grabando solos de guitarra, unos solos que cuando los oigáis se os van a caer los pantalones.
El caso es que fue Salva el que tomó las riendas y yo le dejé hacer porque le veía muy seguro de lo que él quería. Pero pienso que se ha equivocado porque el segundo elepé no tiene comparación con el primero. El gran concepto de Banzai era la amistad y Salva desvirtuó esa base. Así, la segunda versión de Banzai tenía mucha más imagen, pero mucha menos autenticidad. Anímicamente, mi salida de Banzai me afectó totalmente durante un año. Debí haberme marchado mucho antes, pero creía tanto en el grupo, que preferí aguantar el mal rollo que había. A Salva le respeto como persona, no le guardo ningún rencor, pero estoy totalmente en desacuerdo con su forma de trabajar.”
(El Chino, declaraciones a G.P., revista Heavy Rock, 1984)
P.- ¿Cómo fue tu salida de Banzai? ¿No resultó ser un golpe bajo?

R.- “No quiero entrar en polémica, pero lo cierto es que se dio de lado a la gente que más había trabajado por el grupo. Cuando me fui, lo cierto es que Banzai estaba perdiendo la identidad que tenía desde un principio. El verdadero creador de la banda fue Enrique Ballesteros, que se fue del grupo antes de entrar a grabar. De hecho, entramos Tibu y yo el mismo día a las dos y media de la tarde y a las diez de la noche estábamos grabando una maqueta. Eso demuestra la afinidad que tenía con Banzai.
Pero un punto trágico inundó de mal rollo el concierto de Banzai. Cuando la banda caminaba hacia el final de su actuación, Salvador, en uno de sus habituales saltos desde la tarima de la batería, fue literalmente tragado por la tierra. El escenario se abría bajo sus pies y cayó dentro. El susto fue gordo, la guitarra inutilizable, raspones en los brazos y un golpe en la mandíbula que unos centímetros más hacia dentro le hubieran costado la vida. Parece ser que ya algunos músicos habían avisado a la organización de que aquella parte del escenario estaba podrida, pero hicieron caso omiso y pasó lo que pasó. Pero con agallas, como dice una de sus canciones, Salvador volvió al escenario antes de pasar por el hospital y tocaron el único tema nuevo de la banda, El exterminador. Entre el clamor de la basca absolutamente enfervorizada finalizó uno de los conciertos más grandes del Mazarrón. Larga vida a Banzai, que caminan con fuerza hacia el futuro, pudiéndose consolidar dentro de poco como una de las bandas grandes de España.”
 
(El Pirata, extracto de su crónica del Festival Mazarrock, revista Heavy rock, agosto de 1983)
Todo esto lo matizaban Banzai en rueda de prensa en un hotel de Mazarrón poco antes del comienzo del festival en su segundo día. Los que tomaron el relevo del Chino y Larry son José Antonio Manzano y David Biosca. Los dos vienen de Barna y se unieron a Banzai tras la ruptura de los Tigres de Metal, su anterior banda. (...) Parece ser que la profesionalidad de los catalanes está por encima de toda duda y el acople en el seno de la banda ha sido total.
“Banzai: uf, tela. Paco Salazar, mánager de la banda, viajó con nosotros en el bus hasta el festival, mientras devorábamos kilómetros, hablamos del grupo. Nos anticipó lo que más tarde se haría oficialmente público: cambios en Banzai. Dos han sido las sustituciones: Larry el batería, y El Chino, cantante. En cuanto a Larry hay que decir que fue el único del quinteto que no firmó contrato personal con Hispavox y que su estancia en Banzai siempre fue eventual, ya que ni por un momento él olvidó que, aun a pesar de sus colaboraciones con el grupo, él seguía siendo el batería de Guadalquivir. En cuanto al Chino, la cuestión es otra. Según las palabras de los propios miembros del grupo y de su mánager: “El Chino es un gran cantante, un tío con muchísimas posibilidades, pero la punta de lanza de un grupo de rock siempre está sostenida por el vocalista. La imagen es vital y por nuestra parte, los esfuerzos para una coherencia total han sido grandes, aunque nunca lo logramos.”
“Una de las bandas fundamentales e históricas del rock duro español. Salvador Domínguez fundó Banzai después de realizar junto a Miguel Ríos una gira triunfal en 1982. El primer álbum del grupo (Banzai, Hispavox, 1983) es totalmente imprescindible y contaba con Valentín del Moral (Chino) a la voz, Carlos Vázquez (Tibu) al bajo, Juan Carlos Redondo (Snoopy) a los teclados y Larry Martin a la batería. El tiempo ha situado canciones como Funciona legal, No te enganches o Coche rápido en la noche en la cumbre de nuestro rock. En 1983, José Antonio Manzano y David Biosca, procedentes de Tigres de Metal, sustituyen a Larry y Chino. La renovada formación se estrena en el festival de Mazarrock y Banzai ficha por WEA.”
(Pedro Giner, de su libro Guía del rock, Luca Editorial, 1993)
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